¡VIVA LA MATRIA!
Una vez, en una reunión de briefing (sí, es otro de esos términos anglosajones que usamos los publicistas porque la ignorancia nos impide hablar en castizo) para una campaña sobre la violencia machista en Ecuador, la entonces directora de la todavía Comisión de Transición para el Consejo de las Mujeres y la Igualdad de Género –nombre que no se lo aprende ni Dios, porque es un misógino, por supuesto– manifestaba con vehemencia que el eslogan “La Patria ya es de Todos” era excluyente, no solo por el “todos”, sino porque la tierra no debía ser patria, sino “matria”.
Para entonces, todos quienes conformábamos el personal de la agencia involucrado en la reunión abrimos los ojos lo justo como para que no se caigan de las órbitas. “¡¿Matria?! ¡¿Es en serio?!” Bueno, evidentemente el planteamiento no era en serio, pero sí que era serio. Nunca antes de esa reunión me había puesto a pensar en lo que realmente significa la palabra “patria”. No creo que haga falta describir a detalle la etimología del término. Bueno, ya; sí hace falta. Viene del latín patriae, tierra paterna, y este a su vez de patris, padre. Es decir que, en algún lado, patria y patriarcado resultan ser primos no tan lejanos.
La mayor parte del tiempo me paso divagando en lugar de trabajar, así que me puse a hilar ideas. Desde pequeños nos enseñaban que la patria es –después de Dios, claro– lo más importante. El orden, según ese precepto militar de escuela civil y ese dogma religioso de escuela laica, era Dios, la Patria y la madre. Así, con mayúsculas en esas dos primeras no más. Claro, los dos machos inventados antes de la mujer que te parió: bastante lógico. En mi caso, nunca llegó a calar del todo esta receta, ventajosamente. Pero sí que me hizo desconectar de la “ilógica” de los conceptos. Hasta el día que esa señora dijo “matria”, jamás me puse a pensar en lo desagradable que resulta la patria. Y no porque provenga del padre, sino de la hegemonía del padre, que no es del todo igual. Así que lo siento mucho, España. Eso de “madre patria” es una contradicción de conceptos y, por tanto, como latinoamericano te desconozco.
Supongo que es por eso que el patriotismo es solo una forma más de discriminación. Se disfraza del amor que las personas tenemos por nuestro lugar de origen, nuestras costumbres, nuestra cultura y nuestro entorno; exacerba el sentido de protección que tenemos por nuestros símiles; se aprovecha de la empatía natural del ser humano hacia los que tiene cerca. El patriotismo es una de tantas subespecies del fanatismo, que pretende que debes regir sobre los demás porque eres mejor, y eres mejor porque naciste en determinado lugar. Lo que viene a ser igual de válido que ser mejor por tener un determinado color de piel, ser mejor por profesar una determinada fe o ser mejor por tener determinado genital entre las piernas. En definitiva, ser mejor por algo sobre lo que no tienes control, por una casualidad.
La patria no determina un problema de límites o de soberanía; sino que es un error de concepto. Hoy sofisticado, en ocasiones diplomático y casi siempre militarizado, un concepto que debe cambiar radicalmente. Quizá sea cierto que, para que los seres humanos comprendamos el valor de la comunidad como unidad y no como paquetes aleatorios determinados por la guerra de turno, el planeta debe cambiar de nombre a “Matria”.
5 Comments
De acuerdo con lo absurdo del patriotismo pero, ¿por qué cambiarle una letra va a hacer la diferencia?
no se trata del cambio de letra. eso fue una reducción al absurdo usada a manera de recurso literario. se trata de tomar conciencia acerca del dogma patriótico que nos instalan en el cerebro desde pequeños como si fuera una virtud, y que es una más de las herencias del patriarcado antiguo.
No sé por qué el patriotismo estaría relacionado con el “patriarcado” más allá de la etimología (que desaparece si hablamos de nacionalismo o machismo) ni por qué el feminismo es necesariamente internacionalista.
Por otro lado el “matrimonio” también es una institución del patriarcado, me imagino…
«Quizá sea cierto que, para que los seres humanos comprendamos el valor de la comunidad como unidad y no como paquetes aleatorios determinados por la guerra de turno, el planeta debe cambiar de nombre a “Matria”»
De hecho, para referirse al planeta lo habitual, y un poco cursi, es “madre tierra”; la palabra solo cambia cuando salimos de la naturaleza y pasamos a espacios genuinamente humanos.
Sobre la raíz, hay unas cuantas palabras más que dicen mucho de nuestra herencia romana, todas relacionadas con orígenes, poder y dinero: “patrimonio”, “patrón”, “padrón”… qué demonios, si me llamo Patricia, llevo el patriarcado hasta en el nombre xD
La etimología es una anécdota. La patria tiene muchos nombres: tu país, tu región, tu ciudad, tu equipo de fútbol, tu asociación de aficionados a los toros, incluso tu grupo de aficionados a la astronomía… Sentirse parte de la tribu, y estar orgulloso de ello, no es necesariamente malo; sí lo es seguir la corriente sin pensar,